miércoles, 6 de enero de 2016

Detrás de la puerta


 La ancha avenida ha estado jalonada desde su proyecto e inauguración por cientos de árboles de diferentes especies, posando orgullosos cual estatuas en un jardín botánico. Olmos y plátanos se intercalan con diversas familias de palmeras, otorgando al entorno una gran belleza natural que se añade a la alta calidad ambiental. Si fijamos la vista hacia el final de la misma, según se inspira a la izquierda, un grandioso a la par que antiguo y ajado edificio nos anuncia que ya estamos saliendo del núcleo urbano. Su algo deteriorada puerta principal, toda ella en madera tallada representando diversos seres desconocidos para un neófito, y de una dimensión fuera de lo corriente, nos recuerda la belleza que lució en tiempos pasados monopolizando en gran medida la vista general.
Tú lo habrías negado sobre la Biblia si hubiera sido necesario, pero siempre supiste qué había detrás de esa puerta. Por eso le tenías pánico y aparecía en tus peores pesadillas. A pesar de ello, frecuentabas sus dominios. Lo hacías anteponiendo a tu voluntad esa temeraria curiosidad que suele prestar el miedo, siempre esperando cobrar su factura tarde o temprano. Parecías un investigador privado en su etapa de aprendiz más preocupado por lo que no podías ni deseabas ver que por la valoración que pudiera hacer un supuesto mentor de tu trabajo, tales eran tus irreflexivos movimientos.
En numerosas de esas ocasiones observaste, con horror, cómo decenas de personas, en su mayoría jóvenes, traspasaban ese umbral prohibido y tú empezabas en ese mismo instante a temerles también a ellos por el cambio que a buen seguro iban a sufrir allí dentro; tú lo sabías bien, aunque no quisieras aceptarlo ni difundirlo, en un intento tan desesperado como efectivo de protección de los tuyos.
Los tuyos, ese grupo homogéneo de personas que, por paradójico que pudiera parecer, encontraste y conociste al traspasar otra puerta tras la que todos, tú incluido, se creían a salvo, y así está siendo durante un ya prolongado período de tiempo; una puerta, sí, aunque con bastante menos categoría que aquella. Qué importa que estuviera situada en una calle cuyo nombre alguna relación tiene con uno de los violinistas más célebres de todos los tiempos, aunque las melodías que de allí salen día sí y día también chirríen en la mayoría de oídos sensibles, o en otra que nos evoca a la España isabelina más militar, aunque ahora el pueblo se desgañite por la paz, ¡qué importa! Lo que de verdad importa es que en nuestros mares el viento está rolando, se avecinan vientos de cambio y las miradas de la gente van recuperando, poco a poco, ese brillo que otorga la autoestima que se les usurpó por la fuerza.
Tú siempre supiste lo que hay detrás de esa puerta: un monstruo al que intentaste ahogar intentando por todos los medios impedir la difusión de su existencia y su acceso a él. Un monstruo de múltiples cabezas: educación, cultura, formación, tolerancia, dignidad, igualdad, valores en general a los que te empeñaste en dejarles añadido el mayor de los obstáculos, el más alto e injusto de los impuestos. Pero con ello conseguiste también el mayor de los desprecios, te quedaste sin aprecio alguno por parte de toda esa gente formada e informada. Esto no acabas de entenderlo, no lo harás jamás, tu mente no está abierta como la de todos ellos; es obtusa como pocas, como las más injustas.
Ahora deberías explicar a los tuyos que tanto miedo, silencio y mentira han acabado explotándote en la cara y que no tienes más muecas ni muescas de recambio. Pero ellos ya presentían que algo así iba a suceder, ¿verdad?, y ahora, negándote, cada uno hace la guerra por su cuenta buscando su cómodo retiro. De ahí que haya aflorado en tu consciencia un nuevo concepto de pánico, tu futuro nuevo monstruo.
De momento no tienes por qué inquietarte, aún hay mucha gente que, por ignorar, ignora la necesidad de frecuentar esa mansión maldita o, incluso, su existencia misma y, contra toda lógica, te seguirán apoyando; aprovecha antes de que el viento se convierta en huracán y te dé de lleno en la cara, en plena cara dura.
Estas palabras no deberías verlas como una amenaza, este tipo de acciones no se incluye en nuestro manual de estilo, pero volveremos a escribirte si es que sigues sin abrir la mente a la justicia social. Piensa que tenemos el poder de la imaginación y que no nos será tan difícil sacar de la chistera nuevas puertas tras las que temas mirar.  

© Patxi Hinojosa Luján
(06/01/2016)

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