La
estancia estaba en penumbra; reinaba en ella un silencio inquieto, un silencio
que intuía que algo vendría a perturbarlo en breve. Robert despejó su
escritorio con una inusitada violencia, ayudándose del dorso de la mano
izquierda, arrojando al suelo todo cuanto reposaba en su superficie; después se
dejó caer en el sillón y ya acomodado en él se acercó al borde de aquél. Cerró
los ojos mientras apoyaba ambos codos en la noble madera y se tapaba la cara
con las manos. Se mantuvo así durante breves segundos hasta el instante en que,
decidido, sacó un revólver de uno de los bolsillos de su chaqueta. Lo miró con
un gesto de indiferencia, puso el cañón en su sien derecha y apretó el gatillo.
La detonación alteró por un instante a un silencio que enseguida volvió a ser el
de antes.
—¡Corten!
—gritó con una forzada y triste sonrisa Phil, el director de la película que se
estaba grabando en interiores en esos momentos.
Robert
era un uno de los personajes principales, un actor que a media grabación de la que
iba a ser la película que le diera el espaldarazo definitivo a su accidentada
carrera, vio cómo se quedaban sin parte del presupuesto por la retirada del
proyecto de uno de los principales productores que habían apostado por él y se reescribía
el guion, quedándose sin la mitad de su papel y, por consiguiente, también de
sus honorarios. No pudiendo soportar ambas mermas, tomó la fatal decisión al aceptar
la idea de que no podría afrontar los pagos de la millonaria inversión en la
que se acababa de aventurar, entre otros motivos.
—George,
ya está, la escena ha quedado perfecta a la primera, no haremos más tomas —dijo
Phil mientras se acercaba al actor que interpretaba a Robert. De repente, paró
en seco y abrió los ojos como si quisiera que escaparan de sus órbitas— Pero
eso… eso no es un revólver, ¡no es el revólver de la toma, es una pistola!
¡Dios mío, se ha disparado de verdad, se ha suicidado! ¡Que alguien llame a la
policía! —la sangre de George manaba del orificio de entrada de la bala
mezclándose con el fluido rojo que habían usado para dar verosimilitud a la
escena.
George
era un uno de los actores principales, un actor que a media grabación de la que
iba a ser la película que le diera el espaldarazo definitivo a su accidentada
carrera, vio cómo se quedaban sin parte del presupuesto por la retirada del
proyecto de uno de los principales productores que habían apostado por él y se reescribía
el guion, quedándose sin la mitad de su papel y, por consiguiente, también de
sus honorarios. No pudiendo soportar ambas mermas, tomó la fatal decisión al aceptar
la idea de que no podría afrontar los pagos de la millonaria inversión en la
que se acababa de aventurar, entre otros motivos.
© Patxi Hinojosa Luján
(21/03/2016)
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