Estoy
nervioso, siempre lo estoy en estos casos; también asustado. Pero que no se
diga que no pongo de mi parte: me armo de valor una vez más y decido enfrentar
mis miedos. Acudo a cumplir con mi compromiso. Estoy al llegar.
***
Hay
algo en esa belleza de retoque fotográfico que aprecio en ti que me desasosiega.
Me suele pasar cada vez que os descubro en esas bellezas de retoque fotográfico. Noto
una ligera humedad a mi alrededor que me incomoda.
Cuando
exhibes tu vanidad me deslizo hasta el nivel más bajo de mi inseguridad. Allí tu
confianza anula lo que queda de mi amor propio y se deshace de él con indiferencia.
Aun así busco un atisbo de bondad en tu imagen pero solo encuentro apariencia; no
me encuentro cómodo en ella y me pregunto si he vuelto a cometer el mismo error.
Me respondo al instante con un sí tajante. Me salpican gotas de duda.
Anulas
mi voluntad; y aunque me duele bastante, lo hace con más brío mi actitud dejándote
hacer, mi nada digna complacencia. La decepción que me envuelve tiene un doble
origen claro y ello no ayuda en nada. Este sirimiri empieza ya a calarme.
Soy
un esclavo de tus caprichos, siempre ocurre lo mismo, y a estas alturas de la
historia creo estar anestesiado contra el dolor que me infringe tu ninguneo y
tu abuso continuado. Al contrario, no consigo calmantes para mi tormento
interior y mi alma salta al aire en excursión implorando una clemencia que no
acaba de llegar nunca. La lluvia arrecia.
***
No
recuerdo si alguien me ha dicho antes que tengo dotes de adivino, o no…, pero
creo que al final no voy a acudir a nuestra cita a ciegas; tampoco esta vez. Mientras
me alejo de esa escena sin representar, me escudo en la manida excusa con que aún
me sigo engañando: llueve demasiado…
© Patxi Hinojosa Luján
(13/07/2016)
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