Ella
lo acarició sin disimulo, de abajo arriba, de arriba abajo, como si su relación
viniera de muy atrás. Él, mimoso, se dejó hacer mientras tecleaba en su viejo
portátil, vacilante, párrafos del comienzo de su proyecto más inmediato y
ambicioso que no era otro que el intento de escritura de su primera novela. Ella,
como casi siempre, acabó despeinándolo, robándole una mueca de resignación.
Pasaron
los minutos, y también los días, y él siguió ofreciéndose para el juego de
roces; llegó un momento en el que sin las caricias no era capaz de escribir una
sola frase decente. Estaba siendo seducido día tras día sin saber su pretendiente
que había sido conquistado ya desde un primer momento.
***
Desde
hace semanas, y siempre que no llueve, acostumbra a bajar al jardín a ejecutar
su creativa tarea, por lo que pronto se ha adaptado al plácido rumor ambiente y
a los olores de la naturaleza; y con bastante frecuencia está presente la misma
cariñosa compañía. Tampoco ha tardado demasiado en acostumbrarse a los ladridos
que le llegan del chalé más cercano; ha llegado a pensar que son producto de
unos incomprensibles celos, aunque al cabo de unos días la desaparición de
aquéllos le hace sospechar que el joven perro vecino o bien respeta su
concentración, la que necesita para avanzar en su tarea con un mínimo de
coherencia, o bien le ha declarado vencedor en aquella no declarada pugna de afecto
y se retira con discreción a un segundo plano, por extraño que esto pudiera parecer.
***
Han
pasado unos cuantos meses y nada es igual a pesar de no haber cambiado nada en
lo esencial. La novela, con este penúltimo intento, parece que llegará a ser
una realidad; avanza a buen paso y algunos de los últimos capítulos los ha escrito
en compañía del cachorro, al que ahora dejan acercarse hasta «su» banco y ya se
ha convertido en un amigo más. Pero casi nunca están solos, ella les suele
acompañar.
Los
dos disfrutan juntos de las mismas atenciones por su parte, de las mismas caricias;
ninguno de los dos es discriminado por ella, la brisa tiene por norma no hacerlo.
© Patxi Hinojosa Luján
(22/08/2016)
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